Víctor, el Mecánico que nos salvó el Viaje

Victor

Victor

En Puebla, un mecánico ya me lo había advertido. La rueda de mi llanta trasera estaba desgastada y se tenía que cambiar pronto. Le hice caso omiso y sintiéndome el experto en bicicletas que obviamente no soy, me dije a mi mismo, “yo creo que aguanta hasta Cancún, ya que lleguemos a Europa cambio ambas llantas, me sale más barato”.

Mi ego enaltecido duró unos 700 km aproximadamente. Salimos de Escárcega hacia Bacalar, alrededor de 350 kilómetros en donde el mapa mostraba muy pocos poblados. Si había un lugar donde uno no quisiera estar varado sería ahí.

A unos 18 kilómetros de haber salido de Escárcega empecé a escuchar un sonido raro en mi bicicleta. El tramo era bastante plano, sin embargo habían algunas subidas y bajadas que aceleraban el paso de la bici por la gravedad.

Justamente me encontraba en una de esas bajadas. Algo no estaba bien, seguí mi instinto y empecé a frenar a pesar de que era una bajadita sabrosa. Como si hubiera estado escrito, justo antes de frenar a voluntad escuché un sonido que nadie quiere escuchar mientras pedalea. El sonido de que algo se había reventado.

Mi bicicleta se frenó en seco. Annika estaba algo lejos, le grite: “Annika para y regresa. ¡Se me reventó el rin!” El rin estaba tan dañado que hasta la cámara de la llanta se había salido del rin por la presión. Me enojé bastante conmigo mismo. Pensé “Ya valió nuestro viaje. ¿Dónde voy a conseguir un rin de aluminio de doble pared de 700C aquí?”

Pensé en todas las posibilidades. La más viable, ir a Chetumal en aventón, regresar a Escárcega y seguir con el viaje. Todas ellas iban a requerir tiempo, dinero y esfuerzo innecesario tan sólo porqué me creía el Don Bici Master.

Annika habla con Victor

Annika habla con Victor

No pasaron ni cinco minutos y un señor llamado Ramiro se paró sobre la calle en su camioneta y nos dio un aventón de regreso a Escárcega. Durante el camino le pregunté si conocía a un buen mecánico de bici en la ciudad. Me contesto, “Aguevo que sí, no hay pedo chavo en un rato se arma y hoy mismo andas otra vez en la bici”.

No le creí pero le agradecí su optimismo.

Ramiro nos dejó justo enfrente del taller de bici. Bajamos todos nuestros tiliches ante los ojos de la gente en la calle sorprendida por ver tanto equipaje en dos bicicletas. Nos despedimos de Ramiro, le agradecimos y volteamos nuestra atención al taller.

Eche un vistazo y vi nada que me pudiera servir, sinceramente estaba esperando una respuesta como: “No chavo, no hay, aquí no se consigue eso”. Yo y mis prejuicios de subestimar a los talleres pequeños de bicicleta. Entonces se acerca el mecánico y nos saludó amablemente, “Hola que tal me llamo Víctor ¿en que les puedo ayudar?”.

Le explique nuestra situación y nos escuchó con atención. En cuanto termine lo vi desplazarse con seguridad hacía donde tenía todos los rines colgados. De uno en uno buscó un repuesto, mientras yo me comía las uñas de nervios, y como de película hasta que llegó al último me dijo, “Si tengo uno que te puede hacer el paro!”.

Sinceramente no lo podía creer. La primera prueba estaba superada. Era un rin tamaño 700C de aluminio. No era doble pared pero no me importaba, nos sacaría de apuros. El rin era la pura rueda no tenía ni rayos ni buje. Entonces Víctor tenía que quitar los rayos y el buje de mi llanta y lazar la nueva. Es bastante trabajo y aparte tenía que pagar el rin. Tenía un poco miedo de preguntar de cuanto me iba a tocar. Me hice del valor y le pregunte.

Víctor me contesto, “Por el rin y el jale te cobro unos 250 pesos”. Casi se me caen los pantalones de felicidad, era un gran precio. Por si fuera poco termina diciéndome, “ahorita en unos 45 minutos está todo listo jefe.” No lo abracé porqué hubiera sido un poco raro, pero ganas no me faltaban.

Victor Nuestro Mecánico

Victor Nuestro Mecánico

Víctor resultó ser un master de la bici. Nos platicó de varios cicloviajeros que ha ayudado a reparar sus bicis, sabía bastante de bicicletas. Me dijo que no tenía en stock ruedas de doble pared porqué ya se le habían acabado pero por fortuna tenía esa última que estaba armando. También me platicó que tenía ganas de hacer un viaje con su morro, yo le dije que no le diera tantas vueltas y que lo hiciera pronto. Le dije que estaba en el lugar perfecto para hacer lo.

Sin lugar a duda habíamos acabado con un verdadero Ángel de la carretera. Nos había obsequiado el privilegio de seguir con nuestro viaje sin sacrificar tanto y me había dado una lección de humildad que nunca se me va a olvidar.

Tenía el contacto de Víctor, pero lo perdí junto con mi otro celular. Deseo recuperar su teléfono. Para volver a agradecer le. Así es que si pasan por Escárcega y van en cualquier dirección en bici, pasen con Víctor y saluden me lo de mi parte. De paso pidan le que revise su bici y dejen que haga su magia para que puedan seguir disfrutando su viaje sin sufrir ningún percance.

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